La Alianza Negra para la Paz considera la acusación de Maduro como un preludio de la agresión racista al estilo panameño
Debemos hacer recordar a nuestra gente que más de 150 millones de africanos viven en las llamadas Américas. Sobretodo debemos realzar esta realidad en momentos críticos como éste, cuando los medios corporativos y la opinión establecida están legitimando un gangsterismo estadounidense capaz de matar a miles de personas en Venezuela. (La Clase Obrera Negra Jamás Abandonará a Venezuela.)
El apoyo de la Alianza Negra por la Paz (Black Alliance for Peace—BAP) hacia el pueblo venezolano y su proyecto de establecer la paz, los derechos humanos y el desarrollo para su pueblo, no se verá detenido por el último ataque sobre esa nación, a saber, la acusación sin sustancia o credibilidad que lanzó la administración Trump en contra de Nicolás Maduro.
El uso de la guerra de drogas y armas biológicas contra poblaciones colonizadas insurgentes ha sido un rasgo característico del proyecto colonial EEUU/Europeo desde 1492. Como pueblo africano en los Estados Unidos, tenemos una historia larga y tortuosa de ser blanco de la narco-guerra de EEUU contra nuestro pueblo como arma de subversión contrarrevolucionaria.
Se ha documentado que la disfusión amplia de heroína que ocurrió en las comunidades Negras durante el periodo de la guerra estadounidense contra Vietnam fue facilitada por la Agencia Central de Inteligencia de EEUU (CIA), y la misma se volvió arma conveniente dentro de la estrategia multifacética de contrainsurgencia que desató el Estado en contra del Movimiento de Liberación Negra de los 1960 y 70.
Durante los 80, periodistas valientes como Gary Webb documentaron la introducción de cocaína “crack” en nuestras comunidades. Webb estableció la relación entre las diversas agencias de inteligencia—primordialmente la CIA—y los narcotraficantes, quienes utilizaban a Nicaragua como punto de tránsito para drogas en ruta a Estados Unidos. La relación se dio para poder asegurar ingresos para comprar armas en apoyo a los contrarrevolucionarios en Nicaragua, quienes estaban trabajando con EEUU para derrocar al gobierno sandinista ascendido al poder en 1979. Los aviones aterrizaban en EEUU llenos de cocaína, y se volvían a Centroamérica con armas destinadas a Nicaragua.
Por tanto, el narcoterrorismo no es nada nuevo para nuestras comunidades. Después de introducir drogas peligrosas a nuestras comunidades, el Estado procedía a desatar una llamada guerra en contra de las drogas. La guerra en contra de las drogas en EEUU, al igual que la “guerra contra el delito” (war on crime) en general, siempre tuvo por intención ser arma para hacer la guerra contra los elementos más organizados del movimiento de resistencia Negra. Del mismo modo, la acusación contra el Presidente Maduro se está utilizando para socavar el proceso revolucionario en Venezuela.
El cargo lanzado en contra del dirigente venezolano puede tener semblanza de credibilidad para algunos sectores de la población estadounidense, y será utilizado por la prensa corporativa para legitimar aún más los objetivos ilegales y asesinos del imperialismo de EEUU. Sin embaro, en BAP estamos muy clarxs acerca de quiénes son los verdaderos narco terroristas.
La recompensa ofrecida por Maduro nos recuerda la expansión de la recompensa puesta sobre la cabeza de nuestra querida hermana luchadora por la libertad, Assata Shakur, quien fue agregada por la administración de Obama a “la lista de los terroristas más buscados.”
Aquella movida no nos detuvo ni nos confundió, y esta agresión actual contra el pueblo venezolano tampoco nos confundirá.
Hay que levantarse en solidaridad con los pueblos y las naciones del mundo que están en lucha por la paz, por los derechos humanos centrados en los pueblos, y por una nueva visión de la humanidad, más allá de la explotación capitalista y el dominio imperialista.
No Retroceder, No Transigir
Comité Coordinadora, Black Alliance for Peace